Vender fe y promesas: cuando nuestra relación con Dios se vuelve negociación
- Luis Montemayor Inspire
- 3 sept
- 2 Min. de lectura
A veces decimos: “Señor, si me das esto, yo te prometo aquello…”—un trato que transforma lo sagrado en transaccional. Pero ¿qué tan peligroso es pensar que nuestras promesas tienen el poder de obligar a Dios a responder como si se tratara de un contrato?
Votos en la Biblia: ¿promesas o manipulación?
En tiempos bíblicos, hacer un voto a Dios seguía reglas claras. Por ejemplo, Jacob prometió pagar diezmos si Dios lo protegía en su viaje . Eran compromisos serios, no hechas a la ligera. Pero el peligro surge cuando nuestras peticiones modernas asumen que merecemos una respuesta directa—y rápida—en función de lo que ofrecemos.
El riesgo de negociar con Dios
El pastor Doug Pagitt advierte precisamente contra esa mentalidad del “si tú haces esto, yo haré aquello”, que convierte nuestra fe en un intercambio agotador . De manera similar, la revista America Magazine señala que cuando negociamos con Dios, adoptamos un Dios que anota puntuaciones, en lugar de amar incondicionalmente . No somos dueños de una transacción; somos parte de una relación transformadora, no de un contrato comercial.
Dios no es una máquina expendedora
Un artículo destaca que Dios no es una máquina que opera por monedas, sino un Padre Celestial que desea una relación genuina . Muchos líderes bíblicos —como Abraham, José, Moisés o Job— experimentaron largos períodos de espera, abandono o pruebas. Aun cuando la promesa parecía incumplida, el propósito divino avanzaba, aunque no según nuestro ritmo .
De la transacción a la transformación
Esta transición es clave: no Dios debe cumplir con nosotros; nosotros debemos someternos a Él. Esa relación transforma nuestro carácter, reconoce nuestras limitaciones y confía sin garantías.
La escritora Philip Yancey señala que la decepción surge cuando tratamos a Dios como garante de promesas y no como compañero de una relación rota en proceso de sanación .
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¿Cómo vivir la fe como confianza, no como trato?
1. Evalúa tu motivación: ¿Prometes algo esperando compensación o estás abriendo el corazón en vulnerabilidad?
2. Sostén tu fe sin condiciones: Cree sin imponer plazos o condiciones.
3. Camina con humildad: Reconoce que no comprendes el plan completo y aprende a esperar, sin presionar.
4. Cultiva una relación, no un acuerdo: Abre tu vida a Dios como Padre, no como proveedor condicionado.
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Mi Conclusión:
Nuestra visión de Dios debe moverse de ser un interacción mecánica a una alianza transformadora. La fe no es una moneda, es un camino que nos sostiene cuando lo aseguramos, no cuando lo presionamos. Acompañar a Dios en silencio, sin condiciones, es cultivar verdadera confianza.
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