Sembrar futuro: ¿cuándo y cómo despertar el espíritu emprendedor en las nuevas generaciones?
- Luis Montemayor Inspire

- 25 ago
- 3 Min. de lectura
Hay un momento clave en la vida de todo joven en el que la curiosidad, la ilusión y esa chispa de “¿por qué no?” se unen con el mundo real. Es ese instante mágico en que una idea ingenua puede convertirse en un proyecto, un propósito o, incluso, una transformación. Pero, ¿cuándo deberíamos comenzar a regar esas semillas emprendedoras? ¿Cómo guiar ese impulso para que no se desvanezca ante el primer obstáculo?
Hoy en día, las tendencias alrededor del mundo apuntan a que no existen edades rígidas para empezar. En niños de 6 a 12 años, por ejemplo, fomentar el pensamiento crítico, la creatividad y la toma de decisiones tempranas a través de actividades simples —como una venta de limonada, un proyecto manual o una mini tienda online— fortalece habilidades que trascienden el negocio mismo . Incluso en adolescentes, muchos empiezan sus primeros emprendimientos —desde lo inmediato de un servicio en línea hasta productos hechos a mano— antes de graduarse, y esas experiencias tempranas crean bases sólidas para su futuro  .
Mientras tanto, iniciativas globales y regionales ya están consolidando ese camino. En España, solo un escaso 15 % de jóvenes ve el emprendimiento como una opción viable, a pesar de lo urgente que es fomentar una educación emprendedora sólida para combatir el desempleo juvenil . En India, ha comenzado un programa educativo —NEEEV— que incorpora el emprendimiento desde los niveles escolares, entre séptimo y duodécimo grado, con sesiones prácticas, competencias y mentoría .
En el plano práctico, incorporar retos reales en la universidad —por ejemplo, al trabajar con startups de verdad— impulsa no solo el aprendizaje académico, sino también esa chispa creativa que conecta al estudiante con el mundo profesional desde lo tangible . Y eventos como el Conexión Summit en Medellín sitúan la ideación —pensar sin miedo— como una capacidad esencial que merece espacios fértiles para que brote sin limitarse por el miedo o la rigidez académica .
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Pensando en todo esto, creo firmemente que el mejor momento para empezar a cultivar el emprendimiento en los jóvenes es hoy mismo, sin aplazarlo. No es cuestión de alcanzar una edad o acumular títulos: se trata de suministrar desde temprana edad herramientas que les permitan pensar, intentar, equivocarse y volver a levantar.
Aquí va mi guía práctica para hacerlo con intención:
1. Empieza con lo cotidiano: motivarlos a trabajar una pequeña idea, desde vender galletas caseras hasta ofrecer tutorías. Lo importante es el aprendizaje activo.
2. Acompañar con reflexión, no mandar al vacío: celebrar errores, preguntar “¿qué aprendiste?” y animar a levantarse una y otra vez.
3. Crear ecosistemas: ya sean escuelas, programas extracurriculares, ferias, retos o mentorías; lo esencial es rodear al joven de apoyo real.
4. Abrir puertas reales: vincular la formación con proyectos concretos, como colaborar con empresas emergentes o mostrar ejemplos vivos de emprendimiento cercano. Eso inspira más que cualquier teoría.
5. Construir cultura y hábito: el emprendimiento no es un curso de moda. Es un músculo que se fortalece con el tiempo, con constancia, comunidad y herramientas estratégicas.
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Personalmente, creo que cada uno de nosotros tiene un fuego creativo que merece ser encendido. Como comunidad, debemos replantearnos cómo formamos —y sustentamos— esa chispa. No es solo responsabilidad de padres o escuelas; es un compromiso de todos: como emprendedores, mentores, líderes y creadores de comunidad. Empezar hoy, pequeño pero con pasión, es el mejor regalo que podemos ofrecerles: la posibilidad de levantarse, transformar y trascender.





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