Madre: El Origen de Todo lo Grande
- Luis Montemayor Inspire
- hace 13 minutos
- 2 Min. de lectura
Hablar de una madre no es sólo hablar de la mujer que nos dio la vida, sino de la fuerza silenciosa que sostiene nuestros sueños cuando nosotros mismos dudamos de ellos. Esta semana quiero rendir homenaje a todas esas mujeres que han sido madres, no solo por haber traído hijos al mundo, sino por haber entregado su amor, su energía, su vida entera a ver florecer la de los demás.
Pienso en mi madre, y se me llena el corazón. Ella fue —y es— esa figura que siempre estuvo, incluso cuando no la veía. Esa voz que me guio, ese abrazo que me sostuvo en las caídas, esa mirada que me recordó quién era cuando el mundo intentaba hacerme olvidar.
Pienso también en mi esposa, mujer valiente, madre presente. En ella veo la lucha diaria por formar hijos conscientes, por construir una familia sólida, por enseñarnos que el amor también se demuestra con entrega, con paciencia, con presencia. Verla ser madre me inspira a ser mejor hombre, mejor padre, mejor ser humano.
No hay logro en mi vida que no tenga la huella de una madre. Esa comida caliente cuando todo iba mal. Ese mensaje de ánimo cuando el miedo apretaba. Esa oración silenciosa que, sin yo saberlo, abría caminos.
La madre es muchas veces la primera que cree en nosotros. Aun cuando el mundo nos da la espalda, su fe se mantiene intacta. Porque la madre no mide con los ojos del juicio, sino con los ojos del amor.
Y pienso en esa madre que no conozco, pero que sé que existe. La que en silencio lleva a sus hijos adelante. La que trabaja dos turnos. La que se levanta antes que el sol. La que calla su dolor para no asustar a los suyos. Esa madre que no tiene nombre en mi vida, pero que representa a miles.
Este blog es para todas ustedes: la madre de mi infancia, la madre de mis hijos, la madre que me formó, la madre que me observa desde el cielo, la madre de mi comunidad, y la madre desconocida que todos los días construye futuro.
Gracias. Porque sin ustedes, nada de esto sería posible. Porque cada paso que damos lleva el impulso de su esfuerzo. Porque no hay éxito, por más pequeño que sea, que no tenga detrás una madre alentando.
Reflexión final:
En un mundo que corre sin parar, donde muchas veces olvidamos lo esencial, volvamos la mirada hacia esa figura que nos enseña a caminar incluso antes de que sepamos a dónde vamos. Celebremos a mamá no solo un día, sino todos los días. Porque ser madre es una tarea de tiempo completo, de toda la vida, y de puro corazón.
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